«Toda persona tiene siempre una dura pelea en su interior. Una lucha que hay también dentro de mí. Un combate terrible entre dos lobos.
Uno es malvado, iracundo, gritón, arrogante, falso, vanidoso, resentido, ladrón, con ese victimismo que nos hace sentir lástima de nosotros mismos y nos hace dejar de luchar. Ese lobo tiene miedo porque es inseguro, y encubre ese miedo con agresividad, mintiendo y atacando a traición.
El otro es bueno, pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, honesto, y tiene que luchar constantemente para sobrevivir y esforzarse en cada momento para crear espacios de paz, de libertad, de afecto, de comprensión.
Y esos dos lobos también están peleando dentro de vosotros ¿no los notáis?», concluyó el abuelo, mirándoles con atención. Los nietos se quedaron pensativos. Empezaron luego a hacer preguntas. Eran pequeñas cuestiones que confirmaban esa lucha interior que se produce ya desde la más tierna infancia en cualquier persona, y que conviene ayudar a reconocer y valorar cuanto antes. Al final, surgió la pregunta clave, la que, lógicamente, más inquietaba a los pequeños:
“Abuelo, es verdad que están los dos dentro de nosotros, pero, al final… ¿qué lobo ganará?”.
El anciano Cherokee simplemente les respondió: «El que yo alimente».